En la primera edición del Clásico Mundial de Béisbol (CMB), Venezuela cayó eliminada en la segunda ronda, tras caer derrotada ante Cuba y República Dominicana. Este año, la Vinotinto ha mostrado un evidente progreso en relación a lo que fue el torneo del 2006, llegando hasta la semifinal, ronda en la que cayó víctima de un equipo coreano que sólo se puede describir como “implacable”.
Ahora, ¿debemos conformarnos con un “honroso” tercer lugar? ¿Dos victorias ante Estados Unidos y una contra Puerto Rico nos convierten en el país con mejor béisbol en el mundo occidental? Yo pienso que no; Venezuela tiene el talento para llegar más lejos, pero la falta de preparación, de disciplina y de compromiso con el equipo, terminaron pasando factura.
Tomando en cuenta las circunstancias, el ambiente que se había creado por las declaraciones de Magglio Ordoñez, Carlos Guillén y Miguel Cabrera hace un año, las irregularidades del Comité Organizador, la selección de Luis Sojo como manager y las ausencias de los mejores lanzadores venezolanos, el equipo tuvo una buena actuación. No obstante creo que debemos ser críticos si queremos ser aspirantes al título en el futuro, porque aún con todo lo anterior, las cosas pudieron haber salido mejor.
Evidentemente Luis Sojo y sus dirigidos han tenido tres años para aprender de lo que fue la primera experiencia, y eso se ha visto en el campo. A excepción del último partido, se vio jugar a un equipo con mucha química y divirtiéndose. Sin embargo también vimos un equipo incapaz de reaccionar ante la presión en las situaciones comprometidas (Un inning malo ante Estados Unidos y otro ante Corea, sacaron del partido mentalmente al equipo y costaron ambos juegos); es decir, aún queda mucho por aprender.
El trabajo en equipo, la concentración y la disciplina son las virtudes que llevaron lejos a los equipos asiáticos en el CMB, mientras que los equipos occidentales todos se confiaron en su talento para ganar los partidos. Las consecuencias: República Dominicana cayó eliminada ante Holanda (un país en donde el béisbol es tan relevante como el dominó o las bolas criollas); Venezuela, quien sólo tuvo que ganar un partido definitorio ante un rival de peso (Puerto Rico) gracias a un fixture favorable, se derrumbó ante Corea; Puerto Rico, quizás el país latino que sufrió la eliminación más injusta, fue víctima de una remontada de Estados Unidos, país este último que a su vez tuvo problemas de lesiones y falta de interés tremenda por parte de sus jugadores y fanáticos.
La actuación de Venezuela, si bien fue claramente más digna que en la primera edición del CMB, deja un sabor amargo, pues era un equipo que estaba para más. Dos victorias ante Italia, una ante Puerto Rico y dos ante Estados Unidos (ambas en partidos de trámite, pues ya los equipos se encontraban clasificados a la siguiente ronda), es un balance que debe examinarse cuidadosamente e interpretarse como es debido.
Sojo, si bien ha mejorado en el oficio de manager en comparación con su primera actuación, demostró exceso de confianza frente a los partidos en que Venezuela cayó derrotada. Veteranos como Bob Abreu, Magglio Ordoñez, los jugadores con mayor experiencia en las mayores de los presentes en el Clásico, no pudieron aportar un liderazgo que sirviera de guía al equipo. Indudablemente no podemos excusar a los ausentes, quienes dejaron vacíos difíciles de llenar, particularmente en el relevo intermedio.
Nos queda el mal sabor porque no sabremos hasta donde hubiese llegado Venezuela si se hubiese jugado cada partido como si fuese el último, tal como lo hicieron los equipos asiáticos, que dieron cátedra en disciplina, trabajo en equipo y ejecución de las jugadas pequeñas.
Ojalá que los directivos y responsables del equipo venezolano, tengan la humildad suficiente para aprender la lección que ha dejado este CMB; el talento no es suficiente para ganar, es necesario que los equipos tengan disciplina y jueguen comprometidos con la camiseta. Si el objetivo es el campeonato, muchas cosas deben cambiarse para ser unos contendientes serios, y lo primero es la actitud.